martes, 17 de mayo de 2011

FLORILEGIOS DE CAMPAÑA / 2

El correo se me cierra cada dos/tres minutos, y el otro día no se podía acceder a los blogs, y ahora llevo en el cuerpo no sé cuantas pildorillas porque tengo el cuello para el arrastre de resultas de un alcance el sábado, saliendo del mitin del Parque Lo Morant. Me propuse no hacerle caso pero hoy he tenido que ir al médico después de una noche toledana, de modo que me he tomado un «día sabático» ya que este es el cuarto lagitazo cervical (el penúltimo me tuvo 8 meses de baja), todos sin tener yo la culpa. Cosas que pasan.
Pero en la recta final de campaña una no se puede plantear bajas ni gaitas. Así que después del golpe lo que me salté fue el viaje a Valencia, pero por la tarde sí fui a la mani de Democracia Ya, y el lunes de la mañana a la noche lo pasamos dedicados a las partidas rurales: visitas en El Rebolledo; fotos con la maldita antena junto al colegio y en la entrada del vertedero (por cierto: como son elecciones han cubierto toda la mierda para que no se vea, pero en diez minutos llegaron tres macrocamiones ¿de dónde?… ¡chi lo sa!, aunque, eso sí, el conductor del más gigantesco, muy bien aleccionado, murmuró que «se había equivocado de sitio» y se hizo a un lado, obviamente a esperar que los de EU nos fuéramos para descargar); y, por supuesto, repegada de carteles a lo largo de las partidas (la pegada la hicimos en su día), todos sistemáticamente arrancados u ocultados bajo la marea azul de doña Sonia. Que dicho sea de paso nosotros a la hora de pegar, por lo de la democracia y la igualdad de oportunidades, acostumbramos a usar una parte y dejar sitio para otras propuestas políticas; los del PP arramblan con todo como el caballo de Atila y no dejan hueco ni para un sello de correos. En fin, como decía el alcalde de El Villar de Chinchilla «ca uno es ca uno y tenemos que haber de tós». Pero bueno es fijarse en los modos, que una miaja de respeto no le hace daño a nadie. Digo yo.
En el interín, que dicen los cursis, habíamos andado por Rabassa. Y viví la emoción de volver a abrazar a la madre de un viejo amigo del alma, de sida se murió casi en mis brazos en 1991 y me sigue doliendo tal que si se hubiera ido ayer. Y acaricié con un nudo en la garganta el limonero del patio como hace más de veinte años, cuando mi amigo me invitaba a vino recio y chorizos de La Mancha antes de volver a Fontcalent, pero no del lado de la umbría donde yo vivo sino del de la solana seca donde está la cárcel en que se pudría su juventud, la cárcel sin alma que no le concedió el artículo 60 para poder morir en libertad. Aunque no tenía delitos de sangre, y le había salvado la vida en un secuestro con pinchos al director del Psiquiátrico Penitenciario y a la doctora, y había sacado de celdas incendiadas a no sé cuántos enfermos mentales, y había evitado con sus bromas y su protección no sé cuántos suicidios porque tenía un corazón que no le cabía en el pecho, maldita sea, pero cayó siendo una criatura en la trampa del caballo que cabalga venas adentro, y ésa fue su ruina.
O sea que al día siguiente, sábado de mañana, repartiendo propaganda en el Mercado Central se me fueron los ojos sin poderlo remediar a un muchachillo flaco y demacrado, sentado solo en el murete bajo el rótulo «Plaza 25 de Mayo» y pegué la hebra con él, Julio se llama, y me contó que vive y duerme en la calle y ya no cree en ser vivo que ande en dos patas, con 30 años sin cumplir. Lo cual que le dije, y lo mantengo, que cuando estuviéramos en el Ayuntamiento se pasara por allí, que nosotros no somos de los de hacer leyes antimendigos y antiputas que no tienen nada que envidiarle a la Ley de Vagos y Maleantes de Franco, y algo le apañaríamos para que pudiera mirar la vida con otros ojos. «Allí te espero, no me falles», le dije antes de darle la mano y un abrazo prieto porque yo, es público y notorio desde los tiempos de Maricastaña, con los marginados me llevo como si los hubiera parido; probablemente porque los entiendo y los respeto y me duelen y los quiero. Y va el chaval y me dice: «yo estoy empadronado aunque viva al raso, dame la papeleta que por mis muertos os voto». Y se la di. Y me juego el cuello a que nos votará.
Ea, a perdonar, que me estoy alargando y por lo que me cuentan los jóvenes en los blogs hay que escribir en píldoras. Se intentará, de momento esta noche (madrugada) con las píldoras del cuello ya voy servida.
Por cierto: hoy es luna llena. Está nublado pero a ratillos se asoma y echa un chorreón de plata sobre la sierra que corta la respiración. Y servidora, que es de natural austero y buen conformar, con esa gloria se siente como si le hubiera tocado el gordo de la Primitiva. Por eso estoy donde estoy y con quienes estoy. Sin ir más lejos, con un cabeza de lista que ya ha anunciado que lo primero que hará al pisar el Ayuntamiento será pedir que se rebajen los sueldos de los concejales. Y no habla de boquilla, que cuando Blas Bernal votó «sí» al Plan Rabassa, en el mismo pleno en el que «casualmente» se subieron un 40% (si mal no recuerdo) los sueldos de los ediles, la de EU fue la única que se opuso al aumento. Porque nosotros, por coherencia, por ética y por honradez, pensamos que los dineros de todos tienen que ser justamente para eso: para que lleguen a todos. Empezando por aquellos que más lo necesiten, como debe ser.
Hala, ¡Salud y República! Y mañana al tajo, y el domingo a las urnas, como debe ser también.

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