miércoles, 16 de marzo de 2011

MIÉRCOLES, 16 DE MARZO

MIERCOLES, 16 DE MARZO

Pero casi a punto de ser jueves 17: falta un minuto para las 12 de la noche. Y como no le he cogido soltura todavía a esto y voy probando (mi hijo no se cansa de decirme que "no muerde" cada vez que me ve con cara de agobio ante la pantalla), espero ser capaz de comunicarme otra vez con vosotros mediante esta herramienta. Para alguien que ha hecho de la palabra escrita su vehículo de expresión, amén de su medio de vida (austero, pero yo me apaño con poco) permanecer muda es duro.Y como muchos ya sabéis, y otros seguro que ya habéis intuido, desde este verano mi vehículo habitual de comunicación, que eran las páginas del diario Información, me ha sido cercenado. Por supuesto muy contra mi voluntad pero ya se sabe, ser mosca cojonera es lo que tiene, y cuando pisas muchos callos y de gente con poderío, pues… eso.
Lo que pasa es que una no se resigna a las mordazas. De momento, y gracias a mi compañero Dani Simón (que dicho sea de paso va de cuatro en la lista en que yo voy de dos de EU por Alicante, ¡hacen falta vuestros votos para que salga, que es un crac y rebosa juventud, energía y más cosas que hacen muchísima falta en este Alicante nuestro!), gracias a Dani, decía, de momento tengo blog aunque manejarme con él todavía me resulte más complicado que viajar a La Antártida a pie; y de aquí a un plis plas igual hasta me enseña a manejarme con el Facebook, cosas más raras se han visto, y le hago la competencia mismamente a la alcaldesa Castedo sin ir más lejos, que por lo que cuentan tiene un Facebook que es lo más de lo más.
Ea, a lo que íbamos. Que hoy he tenido un día completito, con mañana reivindicativa en la SEU firmando con la compañera Esther López Barceló y representantes de otros partidos (del PP no, y no es por señalar) el manifiesto Volem TV3, después un arrocito con magro y verduras en casa de mi amigo (por no decir hermano, que como tal lo quiero y me quiere) Jose Luis, frente por frente al hotel Amérigo, con sobremesa de las nuestras, o sea, viéndonos con el café una joya que se llama «Rejas en la memoria» que os recomiendo para no olvidar el pasado por mucho que nos duela (o precisamente por eso), después me he vuelto para mi topera campestre a currar en mis escrituras, y mañana me espera un día fino también, que hay que vocear contra las centrales nucleares. Sí, ésas que defiende a capa y espada el PP y que el PSOE sigue justificando y defendiendo también. Ésas como la de Cofrentes, que como suelte un par de eructejos nos pilla fijo, y que justo un día antes de que empezara lo de la de Japón se firmó que la nuestra dure por lo menos diez años más; total de perdidos al río, y si viene un terremoto como el que asoló la Vega Baja (porque estamos en zona sísmica, recuerdo) que salga el sol por Antequera.
Lo que pasa es que al tocar estos temas mi acrisolado sentido del humor, inevitablemente, se agría y se amarga. Manda bemoles que sólo Gaspar Llamazares haya tenido la honradez de decir desde el escaño la verdad que todos estamos viendo, aunque nos la quieran disfrazar. Y la que vamos a seguir viendo estos días porque lo de «apocalipsis» no es una metáfora. Ya han reconocido que si termina de reventar la central nuclear de Japón su potencia será quinientas veces (500 veces!!!) superior a la bomba de Nagashaki. Y ahí no hay «distancia de seguridad» que valga, ni es de recibo que nos cuenten «que la nube no es peligrosa porque se está yendo hacia el mar». Coño (con perdón), ¿y los peces que comemos de dónde salen? Hace poco un pediatra aconsejó por la tele no dar a los niños ciertos pescados congelados muy habituales que nos vienen de mares lejanos, por cierto buenísimos de sabor y a un precio razonable, por su elevado contenido de mercurio, como es bien sabido un veneno que se acumula y acaba siendo letal. Ahora los pescaditos serán también radioactivos. Meteros en internet si tenéis un ratico y leed los datos reales de la catástrofe de Chernobil, los que no se hicieron públicos para evitar el acojone mundial. Y después, si os quedan ánimos, sacad la cuenta de los kilómetros que nos separan de Cofrentes, una central nuclear de la que se reconoce que necesita unos cuantos arreglos serios y que ya ha dado más de un aviso, porque empieza a estar más cascada que servidora aunque me esté feo el comparar.
¿Qué pasa…? Pues, lo de siempre. Que las energías limpias dicen que son caras y los dineros (nuestros, por si alguien no había caído) son para gastarlos en grandes eventos y proyectos faraónicos que dejan las arcas públicas temblando… y las cuentas corrientes privadas (aquí o en Suiza y similares) de algunos/as a punto de reventar, que también.
Lo siento, pero a mí no me cabe en la cabeza cómo un país que sufrió las bombas de Hiroshima y Nagashaki (ahora mismo no sé si la hache va ahí, ni maldito lo que me importa) ha recurrido tan alegremente a la energía nuclear. Porque no fueron los muertos de entonces: fueron los niños deformes que nacieron después y siguen siendo todavía los afectados de las generaciones siguientes, porque la radioactividad no se puede limpiar con un cubo y una fregona: permanece durante siglos. Y se come, y se bebe, y se respira, y afecta por contacto, y… madre mía, sólo las personas somos capaces de incongruencias semejantes. Un animal, cualquier animal, reconoce el peligro y no tropieza dos veces en la misma piedra. El homo sapiens, sí. Pero no porque tenga menos instinto sino porque tiene más ambición. Porque el dinero le importa mucho más que la vida. Sobre todo, si es la vida de otros.
O sea que así estamos. Con Cofrentes, y Garoña, y Vandellós y todas las demás suspendidas como espada de Damocles sobre nuestros resignados y aborregados cogotes. Y con las 48 (creo que son 48) centrales nucleares de Francia, ahí, a tiro de piedra como quien dice. Que si el viento nos trae cada tres por cuatro las arenas del Sáhara, ¿no ha de traer igual la radioactividad que flote medianera con Cataluña y el País Vasco? ¿Y qué nos estaremos comiendo, y bebiendo, y colocando sobre la piel ahora que el mercado ya no distingue fronteras? Eso sí, un cigarrico ni en el escenario de una obra teatral o te meten una multa que te crujen, ¿¿¿cabrá mayor hipocresía???
En fin, más vale dejarlo que esto está saliendo más largo de lo que debía. Pero pensadlo, por favor. Pensadlo. Y MOVEROS, MOVÁMOSNOS, REBELÉMONOS… hagamos ALGO MÁS que acojonarnos mirando la pantalla del televisor repantigados/as en el sofá.
Otro día hablamos de más cosas (si no nos han desintegrado antes). Por ejemplo, de si la alcaldesa Castedo, que tan compungida salió en la foto de turno durante el homenaje a los Mártires de la Libertad, piensa asistir también al homenaje a los republicanos asesinados por el comandantín gallego autoerigido en generalísimo de todos los ejércitos, que está al caer como quien dice (el homenaje a los republicanos, no Franco resucitado, santa Rita nos libre!!). Tengo yo esa curiosidad, ya veis. Aunque me malicio, no sé por qué, que por allí no nos la vamos a tropezar. Como no nos la hemos tropezado nunca en el Campo de los Almendros, ni en el Puerto recordando el drama criminal de cuando el Stanbrook, ni… bueno, ya sabéis. Será que en esos actos sin poderlo evitar siempre acabamos alguno/a mentando a los fascistas, y a ella la palabra fascista se conoce que le da así como repelús. Vamos que si le da, que dijo que en el memorial del Mercado no se mentaba semejante cosa, ni la aviación italiana del amiguete (de Franco, digo) Mussolini, ni nada por el orden: bombardeo y va que chuta. Y el que quiera saber más, a Salamanca. O ya metidos en viaje a Galicia, que está pelín más arriba tirando para la izquierda (aunque suene a chiste malo).
Ea, que acabo porque a mí cuando se me calienta el bocao no hay quien me pare y claro: luego me pasa lo que me pasa. Y que mañana será otro día. Menos para muchos miles de japoneses, y para no sé cuantísimos libios, y… coño (con perdón otra vez), que me parece que esta noche ni con un valium pega ojo la Cáceres. Aunque tampoco es que se hunda el mundo por una noche más en vela: no le hace una raya más al tigre, que decía un amigo mío del trullo.
Hala, salud y hasta más ver. O leer, que casi viene a ser lo mismo.

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